El territorio que conocemos como la URSS y el bloque del este, puede que haya sido de las regiones que más cambios políticos y territoriales ha sufrido a lo largo de la historia.
En lo que se refiere a Rusia, Bielorrusia, Ucrania y Polonia, así como los países bálticos, tienen su origen en los pueblos eslavos y a lo largo de la historia el territorio se ha visto sacudido y modificado por distintos acontecimientos como el nacimiento de la Rus de Kiev (882-1240), la invasión mongola-tártara (1237), la República de las Dos Naciones (Lituania-Polonia) (1569-1795) o el Imperio Ruso (1721-1917).
Por otro lado, el Cáucaso (Georgia, Armenia y Azerbaiyán) ha estado bajo el control del Imperio Persa (Aqueménida (550 a.C.-330 a.C.); Sasánida (224-651) y Safávida (1501-1736)) , del Imperio Romano de Oriente (330-1453) y del Imperio Otomano (1299-1922).
Por último, la historia de los países de Asia central (Kirguistán, Tayikistán, Kazajistán, Uzbekistán y Turkmenistán), ha estado marcada por haber formado parte del Imperio persa Aqueménida, del Califato Abasí (750-1258) o de los Kanatos túrquicos independientes (s. XV-XIX).
A todas estas regiones, tan lejanas y tan distintas, les une la colonización del Imperio ruso en el siglo XIX, y más tarde, su pertenencia a la Unión Soviética (1922-1991), legado que perdura hasta nuestros días.
La intención de este artículo es comprender la complejidad a la que están sujetos estos territorios, concretamente a finales del siglo XX, el cual va a ser tomado como el marco histórico de referencia.
Contexto histórico: la Unión Soviética, la Segunda Guerra Mundial y la caída del Telón de Acero
La Revolución Bolchevique (1917) en Rusia, guiada por las ideas del marxismo-leninismo, marcó un antes y un después en la historia. Así, tras la Guerra Civil Rusa (1918-1922), la configuración de la Unión Soviética (1922), el ascenso de Stalin (1922) y la muerte de Lenin (1924) , comenzaría una nueva era de fuerte transcendencia política, social, económica y cultural, tanto para la URSS como para el resto del mundo.

En primer lugar, teniendo en cuenta el carácter político, la forma de gobierno y las políticas y prácticas llevadas a cabo, la Unión Soviética ha sido calificada como uno de los regímenes totalitarios del siglo XX. Desde su inicios, con Stalin como Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) (1922-1952), este régimen se caracterizó por los planes quinquenales, la política del terror y la participación y resolución del conflicto bélico conocido como la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
La Segunda Guerra Mundial y el Telón de Acero
Por un lado, en cuanto a política exterior, el expansionismo soviético estuvo condicionado por el expansionismo del nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Un ejemplo de ello fue el pacto de no agresión entre la Unión Soviética y la Alemania nazi, denominado también Pacto Ribbentrop-Mólotov (1939), en el cual establecieron el reparto de la Segunda República Polaca entre ambas naciones. Finalmente, este pacto sería roto por Hitler, invadiendo la URSS en 1941 y países cercanos como los países bálticos, Rumania o Hungría.

Tras la derrota de las Potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón), los Aliados (EEUU, Gran Bretaña y la URSS) se reúnen en la Conferencia de Yalta (1945), la Conferencia de Postdam (1945) y la Conferencia de París (1946) para organizar la reordenación del territorio europeo. Finalmente, fue la Unión Soviética la más beneficiada, incorporando toda la región de Carelia (que había pertenecido a Finlandia), las repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania), territorios de la antigua Polonia, Moldavia y parte de la Prusia Oriental.




Fotografía principal: Conferencia de Yalta (Crimea, URSS. 1945). El resto es Berlín en 1945.
El fin de la Segunda Guerra Mundial dejaría el mundo dividido en dos bloques, dando comienzo al conflicto denominado Guerra Fría (1945-1991), liderado por EE.UU. y la URSS como máximos oponentes.
De esta forma, el mapa de Europa quedaría resuelto bajo el famoso Telón de Acero, dividiendo Europa occidental (capitalista) y Europa oriental (comunista). La URSS pasó a ser la unión de 15 repúblicas soviéticas, contando con el apoyo de Estados satélite subordinados a Moscú, donde se instauraron regímenes comunistas, conformando el bloque del este bajo el Pacto de Varsovia (1955).

El estado soviético y la sovietización
La URSS era una especie de Estado federal totalmente centralista y todas las Repúblicas Socialistas estaban bajo control de PCUS de Moscú. El territorio estaba organizado en territorios administrativos denominados Repúblicas Socialistas Soviéticas (RSS) y Repúblicas Autónomas Socialistas Soviéticas (RASS). Las primeras se correspondían con unidades de administración territorial de la URSS con su propio gobierno, bandera, lengua y constitución (como la RSS de Ucrania). En cambio la RASS hace referencia a entidades administrativas dentro de una RSS, con algún grado de autonomía en referencia a cultura, con su propia constitución, lengua y bandera, pero de un rango menor que la RSS y subordinadas a su RSS, aunque siempre en primera y última instancia estaban subordinadas al Kremlin. Éstas se correspondían con un carácter étnico.
En las Repúblicas Socialistas se respetaron las lenguas y culturas de origen, sin embargo, la rusificación fue inevitable. El ruso se estableció como lengua oficial, y aunque se pretendía respetar la particularidad cultural, la consecución del ideal del homo sovieticus, adepto por completo al régimen, fue un objetivo primordial en la URSS de Stalin.
Así, para la consecución del ideal soviético, procesos como la extensión de la educación a todos los estratos sociales, el establecimiento de una lengua común y la creación de un ejército centralizado, fueron clave a la hora de generar un sentimiento comunitario y de pertenencia hacia el Estado soviético. Estas mismas estrategias fueron utilizadas por el canciller Otto von Bismarck para fomentar el nacionalismo alemán y garantizar la unificación de Alemania en el siglo XIX.
Cabe destacar, que este proceso fomentó parte de los sentimientos nacionalistas que surgirán más adelante. Sin embargo, fueron otros factores los que intensificarían el rechazo soviético: la dispersión por todo el territorio de las diferentes etnias, las deportaciones forzadas, los estragos demográficos de la Segunda Guerra Mundial (masacres por traición y por la ocupación nazi, caídos en el frente, hambrunas y epidemias de postguerra, etc.) así como que todas las RSS ocuparan un segundo lugar después de Rusia y Moscú.
Tipologías de reivindicación étnico-territoriales en el proceso de desintegración de la Unión Soviética
Mientras que la política de bloques generó una estabilidad dentro de la tensión constante entre la URSS y EEUU, los últimos años de la década de los 80 y la disolución del Estado soviético, trajo consigo una inestabilidad perturbadora con amenazas trasnacionales que se manifestaron de forma distinta en el territorio compuesto por todas las RSS (Serbín, 1990).
La complejidad inter-étnica en la URSS
Siguiendo a Glezer et al. (1991), los cambios desordenados y frecuentes en la delimitación de fronteras y unidades administrativo-territoriales en la URSS, sembraron a lo largo de los años un clima de tensión inter-étnica y territorial que dio lugar a los conflictos de Europa del este a partir de los años 80 y que muchos perduran a día de hoy. Las autoras proponen una serie de causas que dieron lugar a este tipo de conflictos (pp. 422-423):
- Lo discutible de las delimitaciones: el límite se cambiaba y en consecuencia se modificaba el estatus nacional de este territorio.
- Lo discutible del estatus de una unidad territorial tras algunos cambios, como la abolición o reunificación de autonomías.
- La ausencia de autonomía nacional en el caso de unos grupos étnicos que la tienen en otro territorios o no la tienen en ninguno.
- La heterogeneidad étnica de las formaciones nacional-estatales (por ejemplo, las autonomías nacionales).
- La comunidad étnica, histórica, confesional, cultural y económica de territorios divididos por límites nacional-políticos o, al revés, la especificidad de una de las partes del territorio en relación con esos rasgos.
- La exclusión de un pueblo de su territorio como consecuencia de la deportación en el pasado o la confirmación de los derechos exclusivos a una de las etnias sobre su territorio originario, etc.
Tipos de expresión en las reclamaciones territoriales en el escenario postsoviético
El proceso de surgimiento y consolidación de los movimientos nacionalistas, y posteriormente independentistas, se fue afianzando con los años y se expresó de formas distintas según la región. Como exponen Glezer et al. (1991), se dieron las siguientes formas de expresión en la reivindicación étnico-territorial (pp. 427-428):
- Opiniones personales: expresadas a través de la televisión (y muy raras veces de la prensa oficial y no oficial), en los artículos de científicos, historiadores, publicistas, escritores, etc. No existen datos que lo relacionen directamente con el apoyo de órganos oficiales de gobierno, movimientos sociales o partidos. Esta fue la forma de expresión más generalizada en todas las RSS.
- Movimientos sociales y partidos: incluidas diferentes sociedades culturales nacionalistas, asociaciones profesionales, organizaciones patriótico-militares, etc. En este caso, las reclamaciones territoriales pueden ser incluidas en los programas de acción de las organizaciones correspondientes, a pesar de la ausencia de apoyo por parte de los poderes oficiales, como en el caso de los países bálticos (Frentes Populares).
- Poderes locales: a través de los soviets de los pueblos, de los Soviets supremos de las antiguas repúblicas autónomas o de las repúblicas proclamadas unilateralmente. Esos son los casos de la Declaración del Soviet Supremo de la República Socialista Soviética de Kara Kalpak sobre su salida de Uzbekistán o, por ejemplo, la proclamación de independencia de Gagauzia de Moldavia, que violó la integridad territorial de ésta.
- Pretensiones recíprocas de las 15 antiguas repúblicas de la Unión: miembros de la ex Unión Soviética, expuesta a nivel de los órganos supremos de su poder estatal y por sus altos funcionarios (Soviets Supremos, sus presidentes, y las declaraciones oficiales de lo miembros de su aparato).
Las primeras oleadas nacionalistas y los conflictos armados en los años 90
Con la caída del Muro de Berlín (1989) y la desintegración de la URSS (1991), no sólo desaparecerá el Telón de Acero, sino que además, estallará una oleada de reivindicaciones independentistas de las naciones periféricas que un día formaron parte de la vieja Unión Soviética.
No obstante, existen unos antecedentes aun en vida del gigante soviético. La ejecución el Pacto de Varsovia (1955), lejos de cumplir su función inicial, sirvió para aplacar revueltas y movimientos independentistas de las RSS o de los países órbita de la URSS. Un ejemplo de ello fue el caso de la Insurrección de Polonia (1956), la Revolución Húngara (1956) o la Primavera de Praga (1968), entre otras.
Situándonos en la década de los 80, las repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania), fueron las primeras en exigir al Kremlin, con la llegada de Gorbachov (1985) y sus nuevas políticas de renovación (perestroika y glasnost), mayor autonomía y reconocimiento étnico. Particularmente, la glasnost aceleró el surgimiento de subculturas políticas de índole nacionalista generando una conciencia autoétnica (Serbín, 1990).
La revolución cantada (1987-1991) es el nombre que hace referencia a este período histórico protagonizado por los países bálticos, que fueron los pioneros y los más activos a la hora de reivindicar de forma pacífica su independencia con movimientos nacionalistas consolidados. Lituania, fue la primera en declarar la independencia en 1990de forma unilateral, que fue respondida con el bloqueo económico y la intervención soviética mediante el ejército.

A los países bálticos, le siguieron Georgia, Armenia, Ucrania y Moldavia con movimientos nacionalistas independentistas, pero con muchas tensiones y conflictos territoriales abiertos que desencadenaron en conflictos armados como el caso de Transnistria y Moldavia (1992), Armenia y Azerbaiyán (1988-1994) o la Guerra civil de Tayikistán (1992-1997). Muchos de estos conflictos se quedaron congelados y otros se reactivaron con en el tiempo como el caso de Chechenia (1994-1996 y 1999-2009) o el de Armenia y Azerbaiyán (2020-2023).



Fotografías por Diran Sirinian en Karabaj (1992), en el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán.
Conclusión
A lo largo de los procesos de independencia, secesión, conflictos armados, etc. subyacen dos cuestiones las cuáles han sido transversales en todos los conflictos: por un lado, el sentimiento nacionalista y de pertenencia a una cultura propia; y por otro lado, las intenciones económicas y políticas de las élites de poder de las antiguas RSS y el oportunismo de obtener mayor control sobre un territorio. De esta forma, nacieron nuevas oligarquías nacionalistas que continuaron con un tinte soviético y otras que fueron partidarias de la ruptura y el acercamiento a la Europa occidental.
Por lo tanto, esta nueva etapa estuvo marcada por la tensión política, social y étnico-cultural, dando lugar a episodios convulsos, y en algunos casos, intensamente violentos. Además, la reestructuración económica y de mercado dio lugar a desigualdades sociales y pobreza generalizada, sin que las nuevas opciones de gobierno pudiesen garantizar una modernización y democratización efectiva del país.
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Referencias y bibliografía
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Glezer, O. B., Streletskiy, V. N., & Boujarmedova, L. (1991). Reclamaciones territoriales y conflictos étnicos en el proceso de desintegración de la Unión Soviética. Estudios geograficos, 52(204), 421-438.
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Taibo, C. (2010). Historia de la Unión Soviética. Alianza.

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